Resolución del Congreso Extraordinario de la KO en enero de 2023
La guerra en Ucrania es una guerra imperialista entre Ucrania, detrás de la cual está la OTAN, y la Federación Rusa. Esta guerra no es nuestra guerra y la clase obrera internacional no debe tomar partido. Nuestra principal tarea como comunistas en Alemania es luchar contra la política de guerra de la OTAN y del imperialismo alemán y desenmascarar su propaganda de guerra.
El imperialismo alemán está en guerra. La consigna “¡Nunca más la guerra!”, que encontró amplio eco entre las masas tras la matanza imperialista de las dos guerras mundiales y expresaba su anhelo de paz, siempre ha contado con la oposición de la clase dominante de la República Federal de Alemania (RFA). Con el rearme de la RFA, su integración en la alianza ofensiva anticomunista que es la OTAN, finalmente con las operaciones militares en Bosnia y el protagonismo en la invasión de Yugoslavia en 1999, el imperialismo alemán fue creando nuevos hechos que, tras la derrota en la Segunda Guerra Mundial, representaban el lado militar del nuevo ascenso gradual a gran potencia. Las misiones de guerra en Yugoslavia, Afganistán y Mali, otras numerosas misiones militares y la transformación cada vez más agresiva de los discursos públicos hacia la justificación abierta de la guerra y el armamento también han conducido a una normalización de la guerra en la clase obrera y las capas populares. Con la guerra imperialista en Ucrania, este desarrollo se ha intensificado.
Nuestro principal enemigo: ¡el imperialismo alemán y la OTAN!
En Ucrania, las fuerzas armadas de la Federación Rusa y de Ucrania, es decir, dos antiguos países hermanos soviéticos, se enfrentan ahora en guerra abierta. Pero detrás de Ucrania está la OTAN, que, aunque todavía no ha intervenido directamente en los combates, está apoyando al gobierno de Kiev con entregas de armas y dinero sin precedentes y, al mismo tiempo, imponiendo sanciones masivas contra Rusia, con el objetivo declarado de doblegar al enemigo Rusia. Durante décadas, los países de la OTAN, sobre todo EEUU, han ido dejando un rastro de sangre de guerras y guerras civiles, golpes de estado y atentados por todo el planeta, desde Corea hasta Vietnam e Indonesia, pasando por Irak y Afganistán. Son responsables de millones de muertes y de una enorme destrucción.
Con respecto a Rusia, la OTAN ha seguido una estrategia de cerco y arrinconamiento desde la contrarrevolución en la Unión Soviética. Las múltiples promesas hechas a los dirigentes contrarrevolucionarios soviéticos por los Estados occidentales respecto a la no expansión de la OTAN ya fueron incumplidas descaradamente en los años siguientes, especialmente con la adhesión de Polonia, la República Checa y Hungría en 1999. Con la segunda ampliación de la OTAN hacia el este en 2004, se incluyó a las repúblicas bálticas, entre otras, extendiendo la alianza bélica hasta las fronteras de Rusia. Ucrania siempre ha tenido una importancia central para las estrategias de los imperialistas occidentales, especialmente en EEUU: integrar firmemente a Ucrania en el bloque occidental y aislar así a Rusia de sus vecinos europeos se consideraba un elemento importante para contener y cercar a Rusia. Con la llamada “Revolución Naranja” de 2004, los gobiernos y los servicios secretos de los países occidentales consiguieron llevar al poder al candidato prooccidental Víctor Yúshchenko frente a Víctor Yanukóvich. Después de que Yanukóvich se convirtiera en presidente ucraniano en 2010, persiguiera un acercamiento a Rusia y solicitara el estatus de observador en la Unión Económica Euroasiática dirigida por Rusia en agosto de 2013, continuaron los esfuerzos de los imperialistas occidentales por derrocarlo. Cuando el gobierno ucraniano suspendió la firma de un acuerdo de asociación con la UE en noviembre de 2013, comenzaron las protestas contra el gobierno (“Euromaidán”) con el apoyo de Occidente, que desembocaron en la destitución de Yanukóvich mediante un golpe de Estado en febrero de 2014. El gobierno golpista estaba compuesto por fuerzas nacionalistas, prooccidentales y fascistas, firmó inmediatamente el acuerdo con la UE, cortó las relaciones con Rusia y pasó a discriminar a la población rusoparlante. Las contraprotestas en el sur y el este de Ucrania (“Antimaidán”), motivadas en un principio principalmente por la política antirrusa de lenguas y nacionalidades y la rehabilitación del fascismo por el gobierno de Kiev, condujeron a la secesión de la “República Popular de Donetsk” y de la “República Popular de Lugansk” en el Dombás. El Estado ucraniano procedió a reconquistar militarmente estas zonas y rompió repetidamente el alto el fuego incluso después de los acuerdos de Minsk en 2014/15. El gobierno de Kiev ya había sido apoyado por la OTAN y los Estados de la UE con dinero y armas desde la guerra iniciada en 2014 en el este de Ucrania, y se impidió una solución duradera al conflicto. Los círculos dirigentes de Occidente sabían que una Ucrania vinculada a la OTAN no sería aceptable para el gobierno ruso, que cada paso en esa dirección aumentaría el peligro de guerra, y deliberadamente mantuvieron su curso agresivo.
Todos estos hechos ponen de relieve: La OTAN es un enemigo mortal para nosotros como comunistas, pero también para cada trabajador y para todos los amantes de la paz, ¡contra el que hay que librar una lucha decisiva!
El gobierno de Kiev desde 2014: el gobierno de la reacción más negra
El gobierno de Kiev desde 2014, que ahora es estilizado por la propaganda occidental como el “defensor de la democracia”, es un gobierno de la reacción más negra: mientras que en el periodo posterior al golpe de Estado los ministros del partido fascista Svoboda incluso formaban parte del gobierno, los gobiernos posteriores siguieron cooperando con los diversos grupos fascistas, especialmente con el regimiento Azov en la guerra civil contra el Dombás. El terror de los fascistas contra los oponentes políticos fue encubierto por el Estado: la masacre de la Casa de los Sindicatos de Odesa del 2 de mayo de 2014, en la que, según cifras oficiales, 48 personas fueron asesinadas por neonazis, no fue investigada y nunca fue condenada. Los asesinos de masas fascistas y colaboradores de la Wehrmacht Stepan Bandera, Andriy Melnyk y Román Shujiévich son venerados como héroes nacionales y los niños ucranianos son educados en las escuelas con el veneno del nacionalismo y el anticomunismo. Las organizaciones comunistas y las que se declaraban comunistas fueron prohibidas bajo el gobierno golpista. La guerra en el Dombás ha continuado con baja intensidad a pesar de los acuerdos de alto el fuego y ha causado un total de 14.000 muertos en ambos bandos hasta mayo de 2021, según la ONU. Desde la invasión rusa del 24 de febrero de 2022, el carácter autoritario del gobierno ucraniano se ha intensificado, entre otras cosas prohibiendo no sólo los partidos comunistas, sino también todos los demás partidos que cuestionaban el rumbo bélico del gobierno, incluido el mayor partido de la oposición, Por la Vida. Hay que condenar enérgicamente al gobierno ucraniano y oponerse a cualquier apoyo a este gobierno, esto es especialmente cierto para nosotros como comunistas en Alemania debido a la fuerte dependencia de Ucrania de la UE y la OTAN. Demuestra la hipocresía y mendacidad de la propaganda occidental que se denuncie el autoritarismo en Rusia pero se niegue y relativice en Ucrania.
La lucha por el nuevo reparto del mundo
La guerra en Ucrania no puede entenderse aislada de otros acontecimientos mundiales, sino que es el resultado de las luchas dentro del sistema imperialista mundial. El sistema imperialista mundial es un orden global dentro del cual los monopolios capitalistas y sus Estados asociados compiten entre sí por el reparto de la plusvalía derivada de la explotación de la clase obrera internacional, pero también por el control de territorios de importancia estratégica, materias primas, etc. La base económica del imperialismo, el capitalismo monopolista, se ha asentado en casi todo el mundo. Sin embargo, existen enormes diferencias entre la fuerza de los países situados en la parte superior o inferior de la clasificación. Estas diferencias también se manifiestan en formas cualitativamente distintas de ejercer influencia, por ejemplo, en la disponibilidad de armas de destrucción masiva y sistemas de armamento de importancia estratégica como los portaaviones, la existencia de monopolios dominantes a escala mundial, una moneda de uso internacional como el dólar o el euro, industrias propias en sectores de alta tecnología y sus propias industrias de defensa, bases militares extranjeras, etc., etc. Estas diferencias no deben subestimarse en absoluto para el análisis de la política mundial, pero no significan que el carácter social de los estados más débiles y más fuertes deba diferenciarse cualitativamente, porque las leyes del capitalismo monopolista también prevalecen en los países capitalistas más débilmente desarrollados.
Como capitalismo monopolista, el imperialismo produce por ley contradicciones explosivas entre los monopolios y entre los estados capitalistas, que se descargan en conflictos y guerras por el nuevo reparto de mercados, materias primas, territorios, rutas de transporte, zonas de importancia militar, etc. La situación mundial actual se caracteriza sobre todo por el ascenso relativo de China, pero también de otros países capitalistas, y por el creciente cuestionamiento y la erosión de la hegemonía de EEUU y Europa Occidental. Rusia también sigue siendo un importante adversario de EEUU y la UE, principalmente por su tamaño, su abundancia de materias primas, su fuerza militar y, cada vez más, sus buenas relaciones con China e Irán. Para frenar su declive relativo, las alianzas imperialistas de Occidente, especialmente la UE y la OTAN, están emprendiendo acciones agresivas contra sus principales rivales, Rusia y China. El cerco militar de ambos Estados, así como las sanciones contra Rusia y la guerra comercial contra China, pretenden limitar el margen de maniobra y las posibilidades de desarrollo de los dos rivales.
La invasión rusa de Ucrania fue una medida para contrarrestar esto y apuntalar la posición de poder de Rusia. La guerra fue posible gracias a la contrarrevolución capitalista en la Unión Soviética, a la destrucción del socialismo, que había hecho posible la coexistencia pacífica de diferentes pueblos durante décadas, que hoy vuelven a enfrentarse en diversas guerras sangrientas (Ucrania, Azerbaiyán-Armenia, Kirguistán-Tayikistán, Chechenia, Transnistria) para masacrarse unos a otros.
La guerra en Ucrania, ¡no es nuestra guerra!
La guerra en Ucrania, como cualquier guerra, significa destrucción masiva y la muerte violenta de decenas de miles de personas. Pero también conlleva el peligro de escalar a una Tercera Guerra Mundial, es decir, una guerra interimperialista abierta entre la OTAN y Rusia, las principales potencias nucleares del mundo. Una guerra así amenaza con destruir grandes sectores de la humanidad y, como mínimo, con convertir Europa en un cementerio. La clase obrera y los pueblos de todos los países deben luchar codo con codo contra el peligro de semejante escenario de horror.
La guerra en Ucrania se está librando a costa de las masas y especialmente a costa de la clase obrera y son ellas las que están pagando la factura: Lo están pagando con decenas de miles de muertos, traumatizados y mutilados, tanto civiles de todas las edades como soldados. Lo están pagando con la destrucción de ciudades, pueblos, fábricas e infraestructuras, la mayoría de los cuales son logros del socialismo soviético y fueron creados por la clase obrera de Ucrania con sus propias manos. Lo están pagando con la caída masiva del nivel de vida y el aumento del coste de la vida: en Rusia, como consecuencia de las sanciones occidentales; en Ucrania, por la guerra y la destrucción deliberada de infraestructuras; en Europa Occidental, por la suspensión del comercio de gas con Rusia. Y políticamente también lo están pagando, ya que se están desmantelando los derechos democráticos en todos los estados implicados, se está intensificando la incitación chovinista, militarista y nacionalista de las masas y los grupos fascistas están ganando más influencia gracias a su papel en la guerra.
La clase obrera y las masas están pagando la factura y ninguna de las partes enfrentadas actúa en su interés: Los belicistas de la OTAN y el gobierno reaccionario de Kiev de ninguna manera, pero tampoco el Estado ruso. Rusia es un Estado capitalista que representa los intereses de una pequeña minoría de capitalistas ricos. El Estado ruso legitima la guerra con propaganda chovinista que cuestiona la existencia de la nación ucraniana, denigra la política de nacionalidad internacionalista de los bolcheviques e invoca la grandeza de Rusia. La guerra es también una reacción por parte de Rusia a la agresiva expansión de la OTAN, pero sería erróneo afirmar que se vio obligada a dar este paso: No vemos indicios serios de una amenaza inmediata y existencial para Rusia por parte de la OTAN, sobre todo porque sigue existiendo la disuasión de las armas nucleares rusas. Además, a Rusia también le preocupa preservar y recuperar la influencia rusa en esta región de importancia estratégica con la ayuda de la minoría rusoparlante, el acceso a los puertos comerciales y militares del Mar Negro, el mercado ucraniano y los recursos minerales y la destacada importancia agrícola del país. La prevención del cerco militar mediante sistemas de defensa antimisiles y el estacionamiento de la Flota rusa del Mar Negro en Crimea como medio de proyección de poder en el Mar Negro y el Mar Mediterráneo tienen por objeto mantener la maniobrabilidad y el ámbito de actuación de la Federación Rusa como gran potencia política y militar.
La guerra imperialista plantea retos muy difíciles a la clase obrera de todos los países implicados. Es todo menos fácil resistir a la propaganda de guerra reaccionaria del Estado burgués y adoptar consecuentemente la posición del internacionalismo proletario en cada situación. También en Alemania, importantes sectores de la “izquierda” oportunista o socialdemócrata respaldan la política del imperialismo alemán o incluso exigen al gobierno medidas belicistas aún más duras. En esta situación, se demuestra una vez más que la ausencia de un partido comunista sobre la base del marxismo-leninismo significa desarmar a la clase obrera. Sin este partido, tampoco lograremos combatir eficazmente la propaganda chovinista del imperialismo alemán, ni será posible impedir que quienes dudan de la mendaz agitación de los gobernantes se deslicen hacia callejones sin salida reaccionarios como los que ofrece el partido Alternativa para Alemania (AfD).
La clase obrera de todos los países debe dirigir la lucha contra la clase capitalista de su propio país, pero también contra los representantes de los capitalistas extranjeros. Aunque en determinadas situaciones sea posible y correcto explotar tácticamente las contradicciones entre Estados capitalistas, no hay esperanza para la clase obrera en un “orden mundial multipolar”. El ascenso de nuevas potencias dentro del sistema imperialista no significa un debilitamiento del imperialismo, sino que va acompañado de un aumento de los conflictos en los que los trabajadores de los distintos países se convierten en enemigos.
En Alemania, para los comunistas, la lucha contra su propia burguesía significa sobre todo la lucha contra la política de guerra del gobierno alemán, de la UE y de la OTAN, contra las sanciones, -que son guerra por otros medios-, contra las entregas de armas, contra el apoyo al gobierno ucraniano, contra la agitación contra los rusos, contra la relativización de los fascistas, por el cierre de todas las bases militares en el extranjero, por el regreso de todos los soldados del extranjero. Estas luchas individuales deben fundirse en una sola lucha bajo la consigna de lucha por la abolición de las causas de la guerra, lucha por el derrocamiento de la burguesía en Alemania y en todas partes, ¡por el socialismo!
Lo que aún queremos clarificar
Para la KO nunca ha sido una contradicción mantener y defender posturas por un lado, mientras que por otro somos abiertos sobre nuestras deficiencias y nuestra necesidad de clarificación. Si esto fuera una contradicción, no podríamos adoptar una postura sobre casi ninguna cuestión política o acontecimiento de actualidad, porque siempre hay cuestiones que necesitan ser exploradas más a fondo o que deben permanecer abiertas por el momento. Por lo tanto, nuestra posición sobre la guerra en Ucrania no significa el fin del estudio del trasfondo de esta guerra y de nuestra comprensión del imperialismo, lo que, por supuesto, también puede dar lugar a un cambio de nuestra posición o a una revisión de las Tesis Programáticas. Entre otras, queremos tratar con más detalle las siguientes cuestiones:
¿Qué cualidades diferentes pueden distinguirse en la descripción de las relaciones entre países?
¿Ha prevalecido el capitalismo monopolista como forma económica determinante en todos los países capitalistas? ¿Existe una burguesía monopolista distinta en cada país? Si no, ¿cómo puede conceptualizarse el capitalismo en países sin su propia burguesía monopolista?
¿Qué efectos tiene la dependencia relativa de los países más débiles dentro del orden imperialista mundial sobre las posibilidades y formas de desarrollo del capitalismo en ellos? ¿A través de qué mecanismos se reproduce la dependencia relativa?
¿Con qué orientación debe llevarse a cabo la lucha en países colonizados u ocupados como Palestina, el Sáhara Occidental o, hasta hace poco, en Afganistán e Irak, por ejemplo? ¿Qué papel juega aquí la lucha por el socialismo como objetivo inmediato, qué papel la lucha de clases en el seno de las naciones oprimidas?
¿La internacionalización del capital (de la estructura de propiedad, de las actividades, etc.) modifica el apego de la burguesía al Estado-nación? Si es así, ¿cómo?
Un análisis detallado del capitalismo en Rusia y China, con atención al papel destacado del Estado como capitalista colectivo ideal.
¿Cuáles fueron las razones decisivas para que el gobierno ruso decidiera invadir? ¿Qué peso tienen unas respecto a otras?
¿Tuvo la lucha en el Dombás contra el gobierno de Kiev, al menos en algunos momentos, características de una lucha de liberación nacional digna de apoyo? Si es así, ¿han desaparecido por completo entretanto? ¿Cuándo y de qué manera ocurrió esto?
¿Qué condiciones deben cumplirse para que un Estado pueda ser calificado de fascista? ¿Cuáles son las implicaciones para la estrategia y la táctica de la clase obrera cuando el fascismo está en el poder en un país?
¿Cómo debe evaluarse la relación entre la RFA y el imperialismo estadounidense, qué contradicciones entre ellos, coincidencias de intereses o dependencias determinan sus acciones en la guerra de Ucrania?